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  De Wikipedia, la enciclopedia libre  
 

La batalla del monte Olimpo se libró en el año 189 a. C. entre los gálatas de Asia Menor y la alianza romano-pergamenea. La batalla terminó en una aplastante victoria aliada. Tito Livio es la principal fuente de esta batalla, y su descripción se puede encontrar en el volumen 38, capítulos 17-23.

Antecedentes

En el 191 a. C., Antíoco III del Imperio seléucida invadió Grecia. Este hecho le causó entrar en conflicto con los romanos, que le

Parte de Guerra Gálata  
  Mapa de Asia Menor en aquellos tiempos.  
 
Fecha 189 a. C.
Lugar Monte Olimpo, Bursa ( Turquía)
Resultado

Victoria romano-pergamenea

 
  Beligerantes  
 
República romana
Pérgamo
Gálatas
 
  Comandantes  
 
Cneo Manlio Vulso
Átalo II
Desconocido
 
  Fuerzas en combate  
 
Desconocidas Sobre 50.000
 
  Bajas  
 
Ligeras 10.000 muertos,
40.000 prisioneros
 
 

derrotaron en Grecia y lo siguieron en su retirada a Asia Menor. En Asia Menor, los romanos con sus aliados de Pérgamo derrotaron a Antíoco en la batalla de Magnesia. La derrota obligó a los seléucidas a pedir la paz y abandonar sus dominios en Asia Menor.

En 189 a. C., Escipión Asiático fue sustituido como cónsul de Cneo Manlio Vulso. Una de sus objetivos era el de hacer cumplir el tratado que Escipión había firmado con Antíoco. Cuando llegó, se dirigió a las tropas y las elogió por su victoria sobre los seléucidas y propuso una nueva guerra, una guerra contra los gálatas de Asia Menor.

El pretexto que utilizó para la invasión fue el hecho de que los gálatas habían suministrado soldados al ejército seléucida en la batalla de Magnesia. La razón principal para la invasión fue el deseo de Manlio de hacerse con las riquezas que los gálatas habían acumulado durante sus más de 100 años de estancia en la región que habitaban, además de para conseguir gloria para sí mismo.

A Vulsón se sumó Átalo desde Éfeso, el hermano del rey Eumenes II de Pérgamo. Átalo trajo consigo algunos infantes y caballeros. Con estos refuerzos, Vulso comenzó su marcha hacia el interior. Durante la marcha hacia el interior a través de Asia Menor, Vulso exigió tributos a las ciudades a las que llegaba a lo largo del camino, así como intervenía en sus conflictos internos.

Cuando el ejército llegó a la frontera con Galacia, el cónsul se dirigió a sus tropas sobre la próxima guerra y luego envió una delegación a Eposognato, cacique de los tectósagos, una de los tres tribus gálatas. Los enviados regresaron y respondieron que el jefe de los tectósagos suplicaba a los romanos que no invadiesen su territorio. También afirmó que iba a tratar de forzar la sumisión de los demás caciques.

La batalla

 
  La batalla se inició igual que muchas batallas libradas por la República romana, con el lanzamiento de proyectiles y hostigamiento por tropas ligeras.  
  Impresión griega helenística de un soldado gálata.  
 

Tito Livio afirma que los gálatas fueron mal desde el principio, eran incapaces de protegerse a sí mismos contra los numerosos proyectiles que se lanzaron contra ellos. Trataron de responder con piedras, pero no sólo no eran muy diestros lanzándolas, sino que además las piedras eran demasiado pequeñas como para ser de ninguna ayuda.

Tito Livio pasa a describir el pánico y la desesperanza de los galos, aparentemente atrapados en una guerra de proyectiles: un tipo de guerra para el que no estaban preparados. Cuando los gálatas se apresuraron a cargar contra la infantería ligera, los vélites romanos, en una situación rara vez descrita, se enzarzaron en el combate cuerpo a cuerpo contra la turba histérica de gálatas armados con espadas.

Los estandartes de las legiones comenzaron a avanzar sobre los galos, lo que les hizo caer en el pánico y retirarse a su campamento. Los romanos ocuparon las colinas circundantes y atraparon a su enemigo, momento en el cual el cónsul ordenó a sus soldados descansar temporalmente. Durante este tiempo, la infantería ligera reunió los proyectiles que enontró en los alrededores del campo de batalla y se preparó para un segundo ataque. Los galos se prepararon para el asalto estacionándose en frente de los muros de su campamento, ya que el campamento en sí no era lo suficientemente sólido para servir como fortificación.

El cónsul, una vez más, ordenó a la infantería ligera dar comienzo a la batalla, hostigando despiadadamente el campamento gálata, en el que también estaban presentes mujeres y niños.

En este punto, la infantería pesada inició su carga, lanzó sus jabalinas, lo que causó aún más pánico. Los galos huyeron del campamento en todas las direcciones, a quienes el cónsul ordenó perseguir. Por último, la caballería no había desempeñado ningún papel en la batalla, pero se sumaron en ese momento a la búsqueda, capturando y matando a muchos galos.

Consecuencias

Como señala Tito Livio, el cálculo del número de muertos se hizo difícil por la forma dispersa en que se hallaban los cuerpos (tras la huida del campamento). La victoria trajo mucho botín para la República romana, y para todos los soldados involucrados.

 

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